“Samiri†o descansadero— dice la tradición Kolla— es la morada de los antepasados. Elegid cualquier accidente del paisaje; una cueva, la prominencia de la montaña, esa colina ondulante, un árbol solitario, el lago inmóvil, una pirca de piedras. Son “samirisâ€. Hombres y animales en sus correrías por el altiplano, buscan un lugar de reposo, el asilo bienhechor que repara las energías perdidas y da nuevo acicate a la jornada. “Samiri†es el fuerte ligamen del suelo con su poblador, el don que “Pachamama†— la Tierra Madre — concede munífica a sus criaturas. Todo paraje, todo accidente natural, irradian una fuerza misteriosa que envuelve al viajero, cuando el viajero como el poeta antiguo busca y absorbe los efluvios del paisaje. El indio acude a su “samiri†en son de protección; quiere fortalecer el cuerpo y elevar el ánimo antes de reanudar su marcha. Entonces el ancestro lo reanima con su viejo poder vitalizante; repara las fuerzas desgastadas, templa el espíritu medroso; y lo arroja otra vez al mundo de la acción. Así es el ancestro; envuelve y ampara al afligido. Así el hábito de los antepasados: levanta el corazón que sufre. Pero esto sólo lo sabe el Kolla, hijo de la Tierra, anterior al hijo del Sol. Y quien no se sumerje en sus mitos telúricos, ignora las culturas primitivas del Ande inmemorial. “Samiri†— dice el indio — y un resplandor alado enciende sus ojos del bronce. La fe simbólica del cristiano, corresponde al culto animista del nativo por la naturaleza circundante. “Samiri†es pues una forma de la fe. Y viniendo a lo presente, en un tiempo de vacilación y pesadumbre, para los extraviados hijos de esta inmensa nación nocturna, ¿cual será el descansadero capaz de reanimarlos y elevarlos a una mística de resurgimiento nacional?
El “samiri†de los bolivianos debe ser la evocación del nombre de Thunupa.
La leyenda Kolla refiere que el andino conoce a Thunupa desde los tiempos más remotos. Thunupa, hijo de Wirakocha el Creador de Universo, es uno de los héroes de la raza. Thunupa está presente y dirime la contienda entre el Mururata y el Illimani, allá en los albores de la cosmogonía andina, cuando mares y cordilleras modificaban la morada humana. Castiga la corrupción de los primeros moradores de Tiawanacu, transformándolos en piedra. Y su nombre aparece también en los mitos solares del Titikaka, luchando contra Yaurinka, la serpiente del abismo que amenaza las islas y los tronos. Pero el Thunupa histórico aparece un milenio antes de Atahuallpa, a la caída del Tercer Imperio Kolla, cuando los nómadas del bosque y de los valles submarinos suben a la meseta, al amparo de la guerra civil que disgrega el Kollasuyo.