El texto refiere un lenguaje sencillo y desafía al lector a pensar que clase de abogados tenemos ahora y a revisar nuestras propias ideas, quizás envolvernos en túnicas, como los romanos que se paseaban por el foro, buscando una verdadera justicia que nos parezca digna de sostenerla y quien sabe hasta luchar por ella.
Siendo el lenguaje del derecho tan antiguo, tiene muy estrechos vínculos que no fueron aclarados con la moral, la religión, que lleva a un hábil abogado a sostener cualquier tesis, aún cuando convenza a pocos, sin que la mayoría pueda refutarlo. Pues ahora los abogados, jueces y juristas, tanto como estudiantes de derecho, son víctimas, no propiamente del Derecho, sino del modo como se manifiesta, oscuro, empalagoso y hasta contradictorio, a ratos.