En su libro “El Profetaâ€, Gibrán Jalil Gibrán trata de impulsar al
lector a cambiar su forma de vida basándose principalmente en llevarla
de una forma equilibrada con respecto a la divinidad y la paz interior.
Para Gibrán los obstáculos y vicisitudes del mundo son solo pruebas que
permiten al hombre evolucionar y avanzar por el camino hacia la
purificación, así nos demuestra que el mundo será mejor cuando los
hombres sean capaces de acercarse y convivir.
Ocho años antes de su muerte, en la que un profeta abandona el pueblo
donde vivió y antes de irse las personas les piden que hable de ciertos
temas, cada uno de los cuales forma un capítulo. Estos temas son: el amor, el matrimonio, los hijos, el dar, el comer y el beber, el trabajo, la alegría y el dolor, las casas, el vestir, el comprar y el vender, el crimen y el castigo, las leyes, la libertad, la razón, la pasión, el conocimiento, el enseñar, la amistad, el hablar, el tiempo, lo bueno y lo malo, la oración el placer, la belleza, la religión, y la muerte.
Por ejemplo, respecto a la alegría y el dolor dice: "Cuando
estéis tristes, (...) veréis que estáis llorando, en verdad, por lo que
fue vuestro deleite".
A pesar de que la obra está escrita a modo de diálogo simple entre el profeta y las personas del pueblo, las directivas que Gibrán pone en su boca invitan a reconsiderar los valores, conceptos, hábitos y costumbres de la sociedad,
hacia una idea menos individualista, con un gran sentido de la empatía
por todos los seres vivientes y una mayor relevancia de un estrato
espiritual subyacente a todas las acciones humanas. Su inspiración es,
probablemente, la sabiduría de los grandes maestros, como Jesús o Buda,
las religiones orientales, y por sobre todo corrientes de
espiritualidad marcadas por un gran sentido de lo místico, como el
sufismo, sin perder semejanza a su vez con las creencias animistas de
muchas sociedades tribales y cercanas a la naturaleza.