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Guilermo se coloca a la altura de los grandes marxistas del mundo en la medida en que asumió a plenitud la profesión de revolucionario. Fue un activista, agitador, publicista, investigador, teórico y estudioso apasionado de la realidad social boliviana. Sostenía que no era posible ser un verdadero revolucionario y en consecuencia actuar acertadamente sino se conoce a profundidad la realidad social con todas sus partucularidades nativas. Ser un revolucionario no significa vivir de la política a nombre del drama social, práctica tan común entre los "izquierdistas" en nuestro medio. Ser revolucionario profesional es dedicar toda nuestra capacidad y tiempo a la causa de la lucha revolucionaria de los oprimidos y de su clase de vanguardia: la clase obrera.
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