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Desde que fue inventado por Destutt de Tracy y a partir de su reinvención por Marx y Engels, el concepto de ideología no ha dejado de plantear problemas. Acogido en el lenguaje corriente, ampliamente utilizado por las ciencias humanas, aunque con significaciones muchas veces exclusivas para unas y otras, acosa a la filosofía como una suerte de genio maligno perturbador que le recordaría la impureza de sus orígenes y de sus usos, y su obligación permanente de ser reducido o sublimado. Aún persiste la necesidad de producir una definición coherente. Pero, ¿Cómo conseguirlo sin una investigación sistemática, a la vez analítica y epistemológica, que tenga en cuenta la multiplicidad de los usos y que despeje una problemática general, sin eludir por ello la cuestión del carácter polémico del concepto?. Es lo que ha propuesto Néstor Capdevila al determinar el juego de significaciones pertinentes, aunque potencialmente contradictorias, desplegadas en los análisis históricos, antropológicos o teológicos contemporáneos donde se puede estudiar su funcionamiento. |