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El precedente prehistórico del amor actual, la formula artificial por la cual los hombres primitivos pasaron del deseo al amor, eran los ritos mágicos de comunión intersexual, como el intercambio de corazones, cuyo eco encontramos en la leyenda del corazón comido del trovador Guillem de Cabestany devorado por su dama. A partir del instinto predatorio patentizado en Ovidio, matizado por el idealismo platónico de Diotima, el emocionalismo reflejado en el poema de Gilgamesh, nacido del transfondo mágico de la prehistoria, se llega a una refundición de todos estos aspectos en una síntesis nueva que cristaliza una Andalucía hacia el año 900, por la aportación del sufismo musulmán, el amor udri y las costumbres corteses venidas de Bagdad; de allí pasará a Occitania donde, al enriquecerse con la tradición céltica de los bardos, dará eclosión al mundo de los trovadores, para pasar más tarde, tras el genocidio cátaro, a Italia, donde la escuela de Dante le dará la forma definitiva en que se ha incorporado a la cultura occidental.^ies |