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Sobre esa trama abundante de informaciones el autor desarrolla la versión agitada y azarosa de los acontecimientos. Las elecciones del cabildeo de 1622 le sirven de punto de partida; por que ellas pusieron la autoridad en manos exclusivas de los vascongados a pesar de que la Cédula de 15 de julio de 1620 debió excluirse a muchos del derecho de voto, ya que tenían deudas por habilitación de azogue y arrendamiento de las minas. La insatisfacción, antes soterrada, contra el predominio de los vascongados, estalló al poco tiempo. En la madrugada del 8 de junio, los vicuñas asesinaron a estocadas a Juan de Urbieta frente a la casa de un rico minero. Amparados por las autoridades, los vascongados precipitaron su venganza, y las calles y plazas de Potosí fueron escenario constante de cuchilladas y contiendas. Detenida por breves momentos con reconciliaciones inestables, que se rompían a poco de iniciadas, se fue desenvolviendo una cruenta cadena interminable de tropelías y de sangre.
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