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Este libro, acaso mejor destinado a la lectura que a la representación como idóneo fin previsto por la dramaturgia, posee el encanto de su inventiva salpicada de gracia oportuna, así como de juiciosas digresiones ilustrativas sobre varios temas de la política actual, susceptibles de conformar genuina inspiración programática a nuestros partidos, que sufren crónica orfandad de principios, en el ensayo trunco de sus ambiciones ideológicas. El nombre del libro encarna al principal protagonista de la obra teatral que alterna con los otros personajes en diálogos de expresiva penetración sicológica, pletórica de erudición ilustrativa que elucida conceptos y situaciones, o conduce apropiadamente al conocimiento preciso de asuntos y circunstancias de una diversidad de temas. Sus personajes discurren, en los diálogos, con narrativa límpida de sobria elegancia, deteniéndose enfáticamente en la hondura de pensamientos de múltiples raíces reflexivas, matizadas de cáustica ironía o festiva observación, que rinden, con eficacia persuasiva, la intención intelectual del ánimo vigilante de su autor. La intervención de los personajes, profunda, viva y sugerente, cumple en la médula constructiva de los diálogos su misión abarcadora de culta información, como sostén argumental de su pensamiento razonador, sobre un provocativo abanico de temas lindantes con su temperamento analítico y esclarecedor, ausente de convencionales miramientos. Los diálogos, en coherente ritmo intelectual de los parlamentos, tocan con sagaz cautela, y aún con desenfadado aliento juzgador, una suerte de temas de conflictiva aceptación por espíritus amurallados en inveterados convencimientos.
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