Marc 21

001 17913
003 BAHAALP
005 24112020133503
006 $m 24112020133503
082 860
090 S127p
100 Saenz, Jaime
$q Jaime Saenz
245 Los papeles de Narciso Lima - Acha
$b Incluye portada
260 La Paz - Bolivia : Instituto Boliviano de Cultura; 1991.
$a La Paz - Bolivia
$b Instituto Boliviano de Cultura
$c 1991
300 511 p. 21 cm.
$a 511 p.
$c 21 cm
490 Colección Enrique Rocha Monroy
500 $3 1
520 Publicada de manera póstuma, pero a todas luces concluida por el autor, Los papeles de Narciso Lima-Achá concluye también la gran exploración novelesca que Jaime Saenz abriera con Felipe Delgado (1980): una especie de retablo de dos cuerpos, si se quiere, que destaca tanto por la coherencia del proyecto y el riguroso entramado del conjunto, como por el quiebre que evidencian ambos cuerpos al confrontarse y poner en escena, más allá de la ficción, los avatares de un proceso y un vuelco en la escritura saenziana. Así, si en el recorrido iniciático de Felipe Delgado se explora el destino de un hombre que, separado de la Unidad, buscaba reintegrarse en ella mediante el vínculo de inteligencia, en Los papeles de Narciso Lima-Achá sistemáticamente se exploran los otros dos vínculos con la tríada: la virtud creadora y el amor. Sistemáticamente, vale la pena subrayarlo, por todo lo que para Saenz hace del Cuatro (equidistante del Uno y el Siete) la cifra del hombre en este mundo, pero también por lo que, más acá o más allá de la cifra, supone el Cuatro como dispositivo de composición novelesca. Los axiomas son mortales, cierto, pero en la segunda novela de Saenz la progresión cuaternaria articula todavía, tanto la construcción de una intriga propiamente detectivesca que gira en torno a la oscura relación de Carlos María Canseco y Narciso Lima-Achá, como el despliegue de una interrogación trascendente que se dota de intercesores fundamentales para la tradición: cuatro son las obras que colecciona Narciso Lima-Achá en diferentes ediciones (Fedro, Fausto, Divina Comedia, Hamlet), sin contar con la que también colecciona un amigo llamado Ismael Sotomayor (el Quijote). Con semejante andamiaje, la novela moviliza todo un repertorio de figuras íntimamente saenzianas, ciertamente, pero también logra desplegar un universo ficcional que actúa como en contrapunto con respecto a Felipe Delgado y el itinerario de ese otro Narciso que atraviesa el «lado oscuro» de la ciudad de La Paz. Con historias de asesinatos, de espías, agentes y oscuros negocios mineros y aduaneros, de homúnculos, Carnavales en Oruro y un largo viaje de aprendizaje a la Alemania nazi, Los papeles… despliegan no sólo escenarios y aventuras diferentes, sino un desdoblamiento que transforma radicalmente el carácter de la empresa novelesca de Saenz. En una breve noticia inicial, éste se presenta como simple editor de dos manuscritos (el de Canseco, el Lima-Achá, primera y segunda parte de la novela), que a diferencia de la narración monológica de Felipe Delgado confrontan, como a través de un espejo, no sólo dos versiones y dos miradas sobre una historia de «chanchullos y tejemanejes aduaneros», sino la misma y doble figura que recorre los ambivalentes senderos de alguien que, a todas luces, parecía haber sellado el consabido pacto con el diablo: el Fausto de la zaga romántica consagrada por Goethe, claro, pero también el de la leyenda popular, ese hombre indeciblemente sabio, charlatán, astrólogo, embaucador y alquimista. La singular inquietud de Los papeles... radica en que nunca sabremos quién era Fausto y quién el diablo (venido a menos, para colmo, el «pobre diablo»), de modo que en la intriga novelesca no cuenta tanto el conocimiento del enigma, pues será de todos conocidos, finalmente, sino más bien lo que ese enigma encubría: eso que no revela ninguna de las dos versiones de una enrevesada historia de pactos, traiciones y decepciones; eso que se vislumbra y se conjura en su intersección, con el humor de una escritura muy suelta de cuerpo. La figura cuatro veces reiterada de un fin del mundo que no lo había sido tanto, la de un abismo estrepitosamente desaparecido, la de un mundo sin «el Amo del mundo». Así, de cifra sagrada, el cuatro pasa a ser un dispositivo matemático, un dispositivo lúdico con el que puede leerse quizás la quiebra de una búsqueda, pero también una irrupción, una apertura: la del juego, la del humor, la de ese gesto que abraza a los habitantes de la ciudad, a los amigos, a los otros, en su más prosaica humanidad: el horizonte que explorarán los últimos relatos de Sáenz (Los cuartos, Vidas y muertes, Santiago de Machaca, El Sr. Balboa).
521 Cualquier público
546 Español
650 LITERATURA - BOLIVIA; NARRATIVA; LITERATURA; PRODUCCION LITERARIA - BOLIVIA
850 Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional