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En busca del tiempo perdido es que no se trata de una novela en la
que se describen acontecimientos en forma estrictamente cronológica y en
base a la importancia de éstos, sino que los hechos se narran como
destellos de recuerdos que van viniendo a la memoria del narrador, a
través de lo que Proust bautiza como memoria
involuntaria, es decir, cuando olores, sabores o imágenes presentes
sacan a relucir recuerdos del pasado que se creían olvidados.
En este sentido, tal vez el pasaje más conocido de En busca del
tiempo perdido sea el de la magdalena, cuando el narrador, al probar
siendo adulto un trozo de pastel o magdalena empapado en té, recuerda
muchos hechos de la infancia (cuando había experimentado por primera vez
dicho sabor) que creía habían desaparecido de su memoria. Varios de
estos episodios de memoria involuntaria se producen a lo largo de la
novela, que son precisamente los que le permiten desarrollar la narración.
Un aspecto también importante es el tema de la homosexualidad.
Marcel Proust, era gay, aunque nunca se atrevió a hacerlo público.
La lectura de esta novela atrae al lector no tanto por la historia que
cuenta, sino por cómo lo hace, ya que Proust es capaz de hacer entrar al
lector en su obra, lo atrapa porque une el lenguaje al sentimiento,
convirtiendo leer en un espejo que nos permite ver nuestros propios
sentimientos que acaban formando parte de la novela. Cada detalle lo
alarga en su descripción porque quiere hacer visible cómo lo envuelve el
sentimiento.
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