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En Martirio de Morelos, Vicente Leñero ha llevado a cabo una
adaptación teatral —que no excluye ciertamente la representación, pero
que es también, y ante todo, un texto para ser leído— de la última etapa
de la vida del más encomiado caudillo de la Independencia Mexicana,
José María Morelos. Es la etapa menos grata, la más antiheroica, al
menos en apariencia, de la vida del personaje: época de retractación, de
inseguridad y zozobra. Basándose en una extensa y sólida documentación,
Leñero concentra en un espacio temporal muy reducido la frase de la
existencia de Morelos más opuesta a cualquier posible imagen oficial
magnificada. No se trata, empero —o, al menos, no en el sentido habitual
del término—, de una simple desmitificación del personaje. La obra
apunta a zonas más sutiles; los actos de Morelos pueden ser fruto de una
flaqueza a la vez dolorosa y comprensible, o de una profunda
incertidumbre íntima, o inlcuso de una mutación moral. Respetando los
documentos —que nos procuran hechos y palabras, pero no sus móviles—,
Leñero no sobrepone a ellos ninguna interpretación explícitamente
sugerida, pero, precisamente porque no vulnera la ambigüedad del
material, deja abierto un resquicio a diversas posibles valoraciones de
esta situación trágica. Apunta así hacia el núcleo de los resortes
últimos de la conducta del personaje, y, en definitiva, al enigma del
comportamiento de cualquier hombre en circunstancias extremas. Tan
seguro en la documentación como en el pulso dramático, Leñero ha
obtenido aquí una de sus creaciones más acabadas.
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