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La Historia del reino de Quito en la América meridional, que Velasco
escribió en el exilio de Faenza en el 1789, según Gerbi “desenmascaraba a De
Paw, Robertson, Raynal, Marmontel y Buffon, autores de escritos brillantes y
engañosos bajo cuya influencia ha llegado a formarse ‘una moderna secta de filósofos
anti-americanos’ [expresión del padre Velasco]†(1993: 273). Respecto a la fecha
que establece Gerbi, ya tenemos un primer problema: el padre Velasco envía una
carta el 23 de noviembre de 1788 al Ministro de Estado y de las Indias, Antonio
Porlier, “avisándole tener ya lista para la imprenta la primera parte de la
Historia de Quito†(de Velasco 1778 [1981]: X). Mientras la burocracia colonial
demoraba la autorización de impresión de la Historia, el jesuita comunicaba
un año después [1789] al Comisionado Real de la Corona Española en Faenza —a
quien dedica la obra posteriormente— que, “como ha tardado tanto la respuesta,
he tenido el tiempo medido para concluirla del todo†(cit. en prólogo Alfredo
Pareja, 1981: XI). Es decir, la primera parte, Historia Natural, probablemente
ya había sido escrita en 1788, y la segunda y tercera (Historia Antigua e
Historia Moderna) en 1789. Estas tres partes constituyen el texto completo
que implica la Historia del Reino de Quito en la América meridional4.
Sin embargo, en la informada edición de Ayacucho de la Historia, prologada
por el investigador Alfredo Pareja Diezcanseco, éste no incluye la Historia
Natural. Pareja señala que esta “edición de sólo la Historia Antigua y Moderna,
que son las que realmente interesan al lector contemporáneo, está basada
en la cuidadosa comparación entre las dos anteriores†(A. Pareja 1981: XLIX).
¿Cómo infiere Pareja que al “lector contemporáneo†le interesa sólo la Historia
Antigua y la Historia Moderna?
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