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Historia general de las cosas de Nueva España es una obra
enciclopédica sobre la gente y la cultura del centro de México compilada
por el fray Bernardino de Sahagún (1499-1590), un misionero franciscano
que llegó a México en 1529, ocho años después de que Hernán Cortés
finalizara la conquista española. El manuscrito, al que comúnmente se
llama Códice Florentino, consta de 12 libros dedicados a
diferentes temas. Sahagún siguió la tipología de obras medievales
anteriores y organizó su investigación en «lo divino, lo humano y lo
natural» de Nueva España y abordó estos temas en orden. Por lo tanto, el
Libro I trata de los dioses. En él se describen las principales
deidades del panteón azteca y se enumeran las características físicas
particulares, la vestimenta, las funciones principales y las fiestas que
se dedican a cada deidad. Para que estos dioses sean más comprensibles
para los lectores europeos, Sahagún a veces los compara con figuras de
la mitología griega y romana. A Huitzilopochtli («Uitzilobuchtli» en el
códice) lo llama «otro Hércules»; a Tezcatlipoca, «otro Júpiter».
Huitzilopochtli era el dios patrono de los aztecas, quien los guio en su
peregrinación desde Aztlán, la mítica «tierra blanca» de sus orígenes,
hasta la «tierra prometida», donde fundaron en 1325 la ciudad de
Tenochtitlán. Era el dios de la guerra y del Sol, enorme, muy fuerte y
belicoso, y se le dedicó uno de los dos santuarios del Templo Mayor
(Gran Pirámide) de Tenochtitlán. El otro santuario estaba dedicado a
Tláloc, el señor de la lluvia, que vivía en las montañas más altas donde
se forman las nubes, y se lo asociaba con el mundo de la agricultura y
con la fertilidad de la tierra. Huitzilopochtli, Tláloc y otros dos
dioses principales están representados en el folio 10, reverso. Para
Sahagún, la religión era la clave para entender a la civilización
azteca. Según lo que expresa en el prólogo al Libro I, en la religión y
la adoración de sus dioses, no creía que alguna vez hubiera habido
idólatras más fieles a sus dioses, ni a un costo tan grande para sí
mismos, que aquellos pueblos de Nueva España.
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