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Ugarte retoma sí el
ideal unificador que inspiró a Bolívar la reunión del Congreso de Panamá
en 1824, granjeándose desde entonces la furiosa antipatía de los
mitristas de Buenos Aires, discípulos del localista Rivadavia que
torpedeó aquel Congreso. Mientras los argentinos de la nueva generación
abandonan las últimas inquietudes latinoamericanas -sólo Palacios,
Ingenieros y algunos pocos mantendrán de uno u otro modo la vieja
bandera- Ugarte recuesta su pensamiento y sus esfuerzos en el trabajo
paralelo de otros hombres de la Patria Grande que ansían continuar la
lucha del libertador: las enseñanzas de «Martí, las arengas de Vargas
Vila, incluso el mismo Darío que militó en el partido unionista de
Nicaragua y muy especialmente, un gran amigo de Ugarte y defensor a
ultranza de Bolívar: Rufino Blanco Fombona.
En
1903 ya revela en germen su proyecto de construir una entidad dirigida a
estrechar vínculos latinoamericanos en pro de la reconstrucción de la
Patria Grande: «Después de lo que vemos y leemos, será difícil que
queden todavía gentes pacientes que hablen de la Federación de los
Estados Sudamericanos, del ensueño de Bolívar, como de una fantasía
revolucionaria... La iniciativa popular puede adelantarse en muchos
casos a las autoridades. Nada sería más hermoso que crear bajo el nombre
de Liga de la Solidaridad Hispanoamericana o Sociedad Bolívar una vasta
agrupación de americanos conscientes que difundiesen la luz de su
propaganda por las quince repúblicas. Esa poderosa Liga tendría por
objeto debilitar lo que nos separa, robustecer lo que nos une y trabajar
sin tregua por el acercamiento de nuestros países. ¿Es imposible acaso
realizar ese proyecto?». Once años más tarde constituirá en Buenos Aires
la Asociación Latinoamericana que «realizará una intensa actividad
durante tres años en favor de la unión de nuestros países. Y al
promediar la década del veinte será también presidente honorario de la
segunda entidad fundada en Buenos Aires con el mismo propósito: la Unión
Latinoamericana.
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