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En una ciudad casi desierta, pues la peste ha matado a muchos de sus pobladores y ha obligado a huir a otros tantos, María del Carmen y Juana de Dios son las únicas habitantes de la casona familiar que, poco tiempo atrás, compartían con sus padres y hermanas menores, todos fallecidos. La casona presenta un espacio de soledad y ausencia, dentro de una ciudad también vacía y abandonada, de modo que se genera una suerte de puesta en abismo cuyo efecto se intensifica con la ausencia de comunicación entre las dos hermanas, lo cual determina que sufran sus respectivas penas en solitario. |