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Rolando, en las líneas que a continuación leeremos, muestra a Guillermo de manera vivida en su transitar, primero por las pedregosas y empinadas callejuelas de Uncía, que lo vieron nacer y convertirse de niño en adolescente, ciudad que pudo revelarle, quizá con mayor claridad que otra las contradicciones de este país tan atrasado y contrahech, el contexto lo impactó en su "sensible epidermis de niño". Qué extraño chico debió haber sido, que en lugar de jugar a la pelota o distraerse con actividades propias de su edad, le preocupaba descubrir las raíces del comunismo primitivo, que pensaba, se coultaban en el folklore u otras manifestaciones de los pueblos autóctonos o impactarse por la miseria del indígena, contrastando con la tecnología más avanzada aplicada en las minas. Sus posteriores destinos lo llevaron siempre, tras un objetivo: el de analizar esta realidad para transformarla.
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