520 |
|
No acababa de despertar y ya había encendido un cigarrillo. Era como si el deseo de muerte se antepusiera, día a día, a la obligación de salir a vivir y batirse al duelo con la rutina. La rutina ganó: que se podía esperar. Si la rutina para convertirse en rutina y ser lo que es tuvo que esperar paciente y soportar las agresiones que el tiempo le obsequia, desde momentos donde mi memoria no llega, donde aún yo no existía, capaz de registrar estas imágenes como mías y no solo como algo que me contaron.
|