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Julián Apasa, Tupaj Katari, no era un pobre diablo como lo pintan despintado los cronistas españoles de la colonia. Compañero, sacristán, peón de minas y panadero, su gran oficio fue el de rebelde aymara. Supo treparse al campanario de los siglos y voltear la campana de la Historia arrancándole hondos y largos sones de epopeya. Después de 26 años pasados de la primera edición, ahora ya pueden leer este libro nuestros indígenas letrados. Es un pedazo llameante de la historia de una raza inextinguible como núcleo de boiivianidad rebelde, esperanzada y perdurable. |