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Franz Tamayo, por temperamento y por ideal, fue un clásico. La búsqueda de estilo perfecto, rico, apropiado, la trascendencia del pensamiento y la honda emoción, constituyeron los motivos de su labor poética. El resultado de esta tarea ha quedado para siempre en sus espléndidos versos. Tamayo poseía un asombroso dominio de la lengua. Conseguía, merced a ello efectos sorprendentes. Con arte sabio y sutil, logro una perfecta "mímesis", una cabal imitación, del trino canoro del ruiseñor: en este caso particular, de Melifrón, el ruiseñor invisible de La Prometheida ^ies |