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Concebida como una población de frontera que tuviera a raya a los pueblos indígenas, el valle por obra de sus habitantes, se fue transformando y haciendo cada vez más acogedor, Tarija tiene un encanto que ha enamorado a los visitantes desde sus primeros años, no en vano Juan de Pino Manrique escribía en 1785. "Aquí necesitaba yo la pluma del arzobispo de Cambray para describir la serenidad y buen temple de aquel cielo, la hermosura y feracidad de los campos, la abundante de sus aguas: bastara decir que entre tantos reinos y provincias que he andado no hallo tierra en ambas Américas que sea comparable a este país y sólo el fértil reino de Granada tiene con el alguna semejanza. Allí se dan el trigo, el maíz y los demás frutos preciosos, el árbol que produce la hierba del Paraguay, la coca, el vino, el lino, etc.
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