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Alberto Crespo Rodas vive entre nosotros como intelectual infatigable que trabaja con intachable probidad, valiosa por si misma pero, también grandemente insigne por lo que la historia de nuestro siglo le dispensa. Los pueblos, si son reconocidos, suelen mirarse en el rostro de su hombres más notables. No le fueron extraños a él, en verdad, las grandes líneas seguidas por el destino cumplido por Bolivia en el siglo que acaba. Supo estar en cada uno de sus momentos vividos, en el lugar de compromiso en el que tuvo que estar, su lucha contra el autoritarismo fascista, su firmeza en el largo exilio vivido y la consagración de su espíritu de escritor, por la fuerza lógica de los acontecimientos, acaso también por los sig zags del azar histórico en el que cree, pero también por la tenacidad de una voluntad forjadora que no le abandonó nunca en su visión humanista del futuro ^ies |