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¿Qué veía un médico a mediados del siglo XVIII, cuando observaba la presencia de la enfermedad en el cuerpo del paciente? Sin duda , sus métodos y su discurso aún le debían mucho al mito, a las creencias y a la imaginación. A fines de este siglo, sin embargo la medicina experimentó un cambio radical: la fuente de la verdad médica pasa a ser el ojo atento, la percepción cuidadosa que registra manchas, irregularidades, durezas, color, adherencias. Esta vigilancia empírica que nace con la ilustración, se convierte en el nuevo principio que rige la relación con el paciente y que se presenta como garantía de exhaustividad y precisión ^ies |