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Fui revolucionario durante mis cuarenta y tres años de vida consciente y durante cuarenta y dos luché bajo las banderas de marxismo. Si tuviera que comenzar todo de nuevo trataría, por supuesto, de evitar tal o cual error, pero en lo fundamental mi vida sería la misma. Moriré siendo un revolucionario proletario, un marxista, un materialista dialéctico y, en consecuencia, un ateo irreconciliable. Ni fe en el futuro comunista de la humanidad no es hoy menos ardiente, aunque si más firme, que en mi juventud. La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libreren de todo mal, opresión y violencia y la disfruten plenamente ^ies |