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Después de la memorable jornada del Alto de la Alianza en la que Bolivia tomó parte con una pequeña división de tres mil hombres, sus destrozados batallones regresaron con presteza a la patria, para no salir más de ella y la guerra reducida desde antes de aquella acción de armas, al territorio del Perú, quedó por completo a cargo de este país que, aún en medio de reveses, no recibió jamás el menor auxilio de la república aliada, viéndose obligado a luchar solo contra el enemigo común hasta la terminación del conflicto internacional. A aquella batalla, que debió sellar la alianza y ahcerla efectiva siguieron otras dos más sangrientas aún: las de San Juan y Miraflores, cuyo éxito desgraciado motivo la rendición de LIma y como consecuencia de estos desastres, sobrevino la agonía del Perú tan lenta como cruel ^ies |