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De la identidad conocemos sus cimientos imaginarios y simbólicos pero tambie´n sus bordes desflecados, esos que se manifiestan cuando no nos reconocemos en la imagen de un espejo o una foto, cuando perdemos un documento de identidad o cuando equivoca nuestro nombre quien nos llama. Esas dimensiones simbólicas e imaginarias que siempre son requeridas para afirmar la identidad en vicisitudes diversas, se revelan insuficientes en experiencias límites como el exilio o la exclusión intercultural. Allí se ve emerger, con distinto valor y destino otra dimensión identitaria: el goce. En este libro se abordan estas dos experiencias que interpelan sensiblemente este soporte del goce ^ies |