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Los bolivianos nunca podremos pensar en el mar, escuchar la resonancia de esta palabra, concebir las imágenes que se vinculan a su extensión ilimitada sin sentir que de esa voz surge para nosotros una necesidad vital, algo como una gravitación espiritual que nos lleva de los andes al pacífico, a la vecindad con los pueblos hermanos. La evocación del litoral que perdimos y del que nos separan ciento veinticuatro años de dolorosa segregación, provoca en nuestra conciencia no una actitud resignada, fatalista de mera frustración o desistimiento. |