Para la cosmovisión indígena, las aves tenían un carácter sagrado, eran los seres del ámbito del vuelo, los que llegaban más cerca al padre sol.
Además de su belleza encarnada en sus plumajes, cantan con variadas entonaciones y la mayoría de sus nombres, tenían y tienen origen onomatopéyico.
Muchas de ellas se han extinguido y su recuerdo está plasmado en tejidos y piedras que se encontraron en los sitios arqueológicos de Tiwanaku y otros espacios sagrados regados por Sudamérica.
Los jefes de Estado tiwanakota llevaba un diadema de plumas en su cabeza, para el inka y las clases altas de Tawantinsuyu se elaboraba un qumpi o ropa muy fina con plumas multicolores entretejidas.