En una plaza de Siracusa, a comienzos del siglo IV a.C., una joven curiosa e inteligente interroga a un mendigo ciego. Quiere conocer la trágica historia que vislumbra en el desdichado anciano. Este, reticente al comienzo, desgrana después las peripecias de su existencia y revela a la muchacha la clave de la misma: "Deseaba vivir en un mundo en el cuál las leyes provinieran de la razón humana y no de la tradición divina, y a cambio recibí de los hombres sólo sufrimiento, dolor y horror. Este desafío debe ser retomado, los hombres no pueden limitarse a ser simples instrumentos en las manos de los dioses, deben ser amos y señores de sí mismos ^ies