Se llamó Lázaro Cárdenas y fue un gran mexicano, trabajador, inteligente y tan generoso fue que aquel 19 de octubre después de envolvernos con su última infinita mirar y cerrar para siempre sus ventanas, uno de mis ojos pudo ver cómo un ángel morenito y niño se lo llevó de la mano al cielo, a la gloria que huele a pan caliente donde aves golondrinas y él fueron bien recibidos con música de bandas, marimbas y tamboras. Voces azules cuentan cantando cómo este hombre que no podía vivir ni morir sin trabajar va por aquellos caminos con su destino como una flor en la mano acompañado de los amigos de su preferencia campesinos, haciendo como siempre bien y muy de la mejor manera siempre trabajando construyendo presas, haciendo escuelas y abriendo brechas^ies