COLECCIÓN

COINCIDENCIAS 18455 - PÁGINA 670 DE 18455

DESCRIPCION CONTENIDO
Nº de control 00017941
Autor Lara, Jesús
Título Paqarin
Editorial Los Amigos del Libro
Año 1974
Páginas 249 p.
Idioma Español
Lugar Cochabamba
Resumen

No estoy seguro de que haya quien quiera asomarse a este mundo cuyo acceso me propongo despejar. Es un mundo mínimo que por ser nada más que mío sólo puede tener atracción para mí. No hay en él nada arrebatador ni deslumbrante. Nada más que la no siempre llana sucesión de los días. Y ciertamente doy en aparejar estas cuartillas obedeciendo a un mandato interior y pensando que acaso para ellas no habrá otro lector que yo mismo. No me creo por supuesto la única persona a quien le sucedan rarezas en su vida, aunque no me hallo convencido de que sea de esta ley el caso que empiezo por mencionar aquí. Hay algunas imágenes, algunas minucias acaecidas allá en los albores de mi infancia que en mi memoria subsisten como fijadas en una placa perdurable. No es que haya pensado alguna vez que ellas hubiesen tenido una significación; pero nunca esperaron ser llamadas para acudir a mi recuerdo, y, hoy, como ayer, como siempre. Frecuentan de tal manera mis días que no bien me inclino a la retrospección, no tardo en percibir su presencia. Yo no caminaba aún ni sabía hablar. Un día mi madre tuvo que salir y me dejó sentado sobre la tarima. Sólo tiempo después descubrí que la tarima, cubierta de ordinario con un chusi a cuadros rojos y verdes, era un mueble que servía para que en él hiciesen de noche su lecho mis padres. Aquella vez, junto a mí, de pie en el suelo, quedó un indiecito no mucho más alto que la tarima, supongo que encargado de cuidarme. Más tarde también super que ese braguillas era un criadito que poco antes de aquel suceso había adquirido mi madre. No sé cuanto tiempo permanecimos así, frente a frente, las dos alhajas. De pronto hizo él un aspaviento baladrando y mostrándome los puños. Era que yo me había mojado. Pero en seguida, como por obra de algún genio maligno, aparecí haciendo lo que menos mi cuidante hubiera querido que hiciese. Claro que en aquello no intervino la voluntad y menos aún la intención, pues yo era todavía del todo ajeno a aquellas dos valisoas conquistas de la edad. El mocosuelo saltó de quicio e incapaz de contenerse me estuvo disparando mojicones hasta verme tumbado cuan largo era sobre la tarima. Yo no conocía otra defensa que los alaridos y las lágrimas y no sé lo que después hizo él conmigo. no me había cansado aún de desgañitarme y de llorar cuando vi que mi madre estaba de regreso. Era muy temprano para que yo entendiera de quejas, pero mis gritos y mis lágrimas debieron haber sido más que elocuentes. Antes de nada mi madre requirió el zurriago y al indiecito le estuvo sacudiendo el bálago largo rato. El infeliz se desgargantaba más que yo, y se retorcía y se rascaba las posaderas a más y mejor.

Materias
Ítem en Biblioteca Biblioteca y Archivo Histórico de la Asamblea Legislativa Plurinacional
Ejemplares 1