En 1917, toda Rusia era un marasmo social, económico y político, pero en el campo de la ciencia la cosa era distinta. Catalina II La Grande (1729-1796) había dejado unos pilares bien cimentados que traascendieron su muerte y sembraron sólidas bases, en las artes y en la ciencia. De un lado crea el museo del Hermitage en San Petersburgo, funda la academia de la lengua rusa e instaura la Academia Real de las Artes. De otra parte, apoya de amnera decidida el fortalecimiento de la Academia de Ciencias de San Petersburgo, fundado en 1724 por Pedro I.
Con el paso de las décadas tales pilares habían ganado cuerpo. De ahí que para el año 1917, las artes y la ciencia eran boyantes en la Rusia Zarista si, en medio de la pobreza, la violencia, la guerra y el hambre. No solamente Rusia tenía poco que envidiarle al mundo, sino que, en muchas ocasiones, el mundo mismo miraba a Rusia como motivo de reflexión para la investigación y la creatividad allí existentes.