Don Néstor, el blanco, debe recurrir a la tierras inhóspitas de la isla virgen, una propiedad de su familia que ha sido descuidada durante mucho tiempo, con el fin de intentar volverla productiva y salvar así la situación de su familia de abolengo venida a menos. Ya en la isla, deberá enfrentar los rigores de la naturaleza silvestre y del trópico propiciador de pasiones y mitos; la construcción de la casa de hacienda se volverá una especie de epopeya en la que todo el peso recaerá en los peones. Al final de cuentas, todo será inútil. En la isla virgen, Aguilera Malta demuestra su conocimiento acerca del manglar, de la vida del cholo, de sus costumbres, con su tratamiento narrativo que lo convertirá en precursor del realismo mágico que marcaría toda una época en la literatura hispanoamericana