Las élites culturales han sido actores importantes de la historia de América Latina. Procediendo como bisagras entre los centros que obraban como metrópolis culturales y las condiciones y las tradiciones locales, desempeñaron un papel decisivo no sólo en el dominio de las ideas, del arte o de la literatura del subcontinente sino también en el de la historia política. Si se piensa en el siglo XIX no podrían describirse adecuadamente ni en el proceso de la independencia ni el drama de nuestras guerras civiles, ni la construcción de los estados nacionales sin referencia al punto de vista de los hombres del saber, a los letrados idóneos en la cultura escrita y en el arte de discutir y argumentar.