En un país como Bolivia, la corrupción fué el sello más trágico de injusticia estructural, por que se hacía política para asaltar a las instituciones y desde ellas para robar impunemente en nombre de la democracia y el pueblo. La pobreza, un lastre inhumano e injusto tiene por supuesto el rostro del robo y el asalto arbitrario de nuestras riquezas. Por eso, luchar contra la corrupción y transparentar la gestión pública y las acciones de las servidoras y servidores, es una tarea muchas veces vista como quijotesca o cuasi peligrosa, pero sin lugar a dudas urgente para erradicar esas injusticias estructurales heredadas del sistema colonial.