Bolivia atraviesa una de las crisis políticas más intensas de los últimos treinta años. Como nunca, las imágenes cotidianas muestran a bolivianos enfrentados con bolivianos por una variedad de temas que, en realidad, podrán ser resueltos si existiera la suficiente predisposición democrática para el diálogo.
La realidad objetiva muestra dos visiones de país enfrentadas "sin cuartel". La que promueve el oficialismo vinculada a una especie de "socialismo indígena" que insiste en mantener el formato de un Estado "centralista" supuestamente más incluyente y la que caracteriza a los departamentos del Oriente y del Sur que han resuelto aprobar unos estatutos autonómicos en sendos referéndums y que promueve la descentralización del Estado, en el marco de una economia de mercado.
Como ambas visiones, representadas por Evo Morales y los Movimientos Sociales, los Prefectos y movimientos cívicos opositores no han sido capaces de organizar espacios de diálogo democrático para "pactar" una reforma del Estado que incorpore a todos los sectores de la compleja sociedad boliviana, se ha resuelto organizar un referéndum "revocatorio" para que el pueblo decida cuál de las opciones tiene más peso.