En las modernas sociedades occidentales, el derecho pasa por una de sus crisis más profundas. El positivismo lo ha despojado de su conexión con valores universales de justicia y lo ha reducido a la condición de mero ordenamiento jurpidico vigente de cada Estado.
Esto ha contribuido a convertirlo, cada vez más, en un instrumento al servicio del poder representado por las coyunturales mayorías parlamentarias que controlan el legislativo, sometiéndolo a una irreverente volatilidad e hiperinflación normativa que devalúa su consistencia, su dimensión educativa y privilegia sólo su vertiente represiva.