La geografía condiciona, estimula y matiza la vida de los pueblos.
El progreso político de los Estados supone la previa adopción de un "criterio geográfico" de gobierno.
Los pueblos hispanoamericanos viven divorciados de su geografía y es preciso reestablecer la concordancia entre su estructura política y su estructura natural. Con ella acabaría la actual disgregación: el federalismo cristalizaría en formas estables y la vida política de Hispanoamérica recobraría su vigorosa esencia nacional.