COLECCIÓN

COINCIDENCIAS 18455 - PÁGINA 564 DE 18455

DESCRIPCION CONTENIDO
Nº de control 00018061
Autor Carrados, Clark
Título El planeta y su serpiente
Editorial Toray
Año 1972
Páginas 125 p.
Idioma Español
Lugar Barcelona
Resumen

La mujer contemplaba en actitud displicente la pelea que tenía lugar a pocos pasos de ella. Mordis queaba un tallo de hierba y su hombro izquierdo apa recía generosamente desnudo. La falda que vestía ape nas si merecía el nombre, dada su brevedad.
    Estaba apoyada con indolencia en el tronco de un árbol, mientras los dos hombres luchaban salvaje mente con sus cuchillos bifoliados. Era una pelea a muerte, sin cuartel, y el superviviente tendría a la mujer como premio.
    Los contendientes estaban desnudos de la cintura para arriba. Habían conseguido ya algunos golpes, pero las heridas no eran graves, aunque sí aparato sas. Ambos eran igualmente hábiles con aquellos enormes cuchillos, de dos hojas paralelas, separadas entre sí por un espacio de dos centímetros y de filo tan agudo como el de una navaja de afeitar.
    La ciudad quedaba a lo lejos, a un par de kiló metros de distancia. El paraje era solitario; nadie interrumpiría, por tanto, la salvaje pelea.
    Los contendientes estaban equivocados en este pun to. Un hombre, alto, fornido, de cabellos oscuros, apa reció de repente en el claro.
    â€” ¡Pedro! ¡Chick! —llamó autoritariamente.
    La mujer se enderezó levemente, contrariada, al parecer, por la llegada del intruso. Los contendientes suspendieron un instante su lucha.
    â€”Déjanos, Dan —pidió Chick Malone—. Quiero sacarle las tripas a este bastardo…
    â€” ¡Ja! —rió Pedro Lorán, sin ningún entusiasmo—. Ese imbécil por parte de padre no es capaz de acertar con su cuchillo ni a un pastel de cumpleaños.
    Furioso, Malone se arrojó contra Lorán, pero, en el mismo instante, una mano que parecía de hierro lo agarró por el cuello. Un instante más tarde, Malone salía dando volteretas por los aires, sin saber a cien cia cierta lo que le había ocurrido.
    Dan Harvey avanzó hacia el otro duelista.
    â€”Tu cuchillo, Pedro —pidió, a la vez que extendía la mano.
    â€”No —contestó Lorán, colérico.
    â€”Pedro, somos buenos amigos. No me obligues a hacerte daño.
    â€”Acércate. —Lorán parecía loco de ira—. Da un paso más y te rajaré…
    La mano de Harvey se movió de nuevo de forma fulgurante. Sin saber cómo, Lorán vio que su cuchillo volaba disparado por los aires.
    De repente, se oyó un agudísimo chillido.
    Los tres hombres volvieron simultáneamente la ca beza. La mujer, arrodillada en el suelo, se oprimía la cara con ambas manos, a la vez que lanzaba unos gri tos indescriptibles.
    Asombrado, Harvey vio el cuchillo clavado en el tronco del árbol. A fin de averiguar lo sucedido, se acercó a la mujer y le obligó a separar las manos de la cara.
    Un estremecimiento sacudió su cuerpo al ver los dos profundos surcos que los filos del cuchillo bi foliado habían dejado en su mejilla izquierda. La san gre brotaba a torrentes de las heridas.
    Harvey soltó a la mujer.
    â€”Te lo tienes bien merecido, Dina Cooper —dijo severamente—. Durante toda tu vida, conservarás las marcas que te recordarán tu acción, cada vez que te mires al espejo.

Materias
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Ejemplares 1