La primera obra literaria de Manuel Díaz Rodríguez es Sensaciones de Viajes (1896). Para entonces, Díaz Rodríguez no es más que un joven médico, desconocido en los medios de la literatura patria. Por el estilo, el buen gusto demostrado por el escritor, su cultura, bien pronto le van a ganar crédito para su brillante porvenir. Hasta los académicos estuvieron de acuerdo en que Díaz Rodríguez entraba con paso firme a la literatura venezolana y premiaron su obra primigenia. Sensaciones de Viajes es un libro lleno de bellezas, inspirado en el pasado artístico de Italia, en sus paisajes, en sus gentes, que el autor supo querer y admirar durante toda su vida.
• Otra obra de impresiones de viaje, obligación de los escritores del 900, es De Mis Romerías, publicada dos años después de haber aparecido Sensaciones de Viajes.
• Confidencias de Psiquis (1897) se compone de cuadros, con
ciertas características que se acercan a las de la novela. En él la
constante es la del amor sensual.
• Cuentos de Color (1899). La ola del modernismo se impone
hasta en la misma denominación de los cuentos. Pero, sin duda, estos
cuentos preparan el camino al escritor hacia la novela. En ellos hay
buenas incursiones psicológicas a través de esbozos de personajes, y se
pone de relieve, una vez más, el delicado estilo del escritor. Nueve son
los cuentos que componen el volumen. Entre ellos sobresalen "El Cuento
Blanco" y "El Cuento Gris". En Cuento Blanco asoma de nuevo la nostalgia
italiana. El recuerdo del Mediterráneo inspira esa bella historia,
matizada de suaves tonalidades, impregnada de una delicadeza y una
candidez infantiles.
• Sangre Patricia. En esta novela se refleja el rico mundo del
continente suramericano en la literatura; para el momento de la
aparición de la novela, este tema no había sido explorado en forma
alguna. En Sangre Patricia, el color verde es como símbolo de la locura.
Tulio Arcos, el protagonista, después de la muerte de Belén, su amada,
que tenía los ojos verdes, cree ver en todo, o en el mar que se tragó el
cuerpo o los ojos verdes que constituyen como la obsesión de toda su
vida. Raro sueño de artista es la figura deslumbrante de Belén: «Aquella
novia que mostraba en su belleza algo del color, un poco de sal y mucho
del misterio de los mares. Bien se podía ver en su abundante y
ensortijada cabellera la obra de muchas Nereidas artistas que tejiendo y
trenzando un alga, reluciente como las sedas y reluciente como la
endrina, encantaron el ocio de las bahías y las grutas; al milagro de su
carne parecían haber asistido el alma de la espuma y el alma de la
perla abrazadas hasta fundirse en la sangre de los más pálidos corales
rosas; y sus ojos verdes eran como minúsculos remansos limpísimos,
cuajados de sueños, en una costa virgen toda llena de camelias blancas».
Como toda la obra de Díaz Rodríguez, hay que destacar el valor
artístico de esta novela. En ella el novelista acude a símbolos
estéticos y psicológicos que le colocan entre los precursores de una
novelística de verdadero ámbito universal en América.