COLECCIÓN

COINCIDENCIAS 18455 - PÁGINA 1008 DE 18455

DESCRIPCION CONTENIDO
Nº de control 00017613
Autor Mariaca, Raúl ; (Traductor)
Título Edgar Allan Poe 44 poemas
Editorial Los Amigos del Libro
Año 1971
Páginas 169 p.
Idioma Español
Lugar La Paz - Bolivia
Resumen

Las épocas de creación poética más intensas se dieron al principio y al final de su carrera. Sus ideas sobre la poesía, aparecidas en su ensayo sobre «El cuervo» titulado «Filosofía de la composición», pueden parecer contradictorias. Declaró que la poesía era un mero artificio previsto y realizado con técnica de relojero, sin embargo, lo cierto es que admitía en ella todo lo que viene «de lo irracional, del inconsciente: la melancolía, la nocturnidad, la necrofilia, el angelismo, la pasión desapasionada, es decir, la pasión [...] del que llora invariablemente a alguna muerta» cuyo amor ya no puede inquietarlo
Pese a haberse iniciado en labores poéticas con dos poemas extensos («Tamerlán» y «Al-Aaraaf») siempre se declaró contrario a obras largas como la epopeya. ​ En su ensayo «El principio poético» no concibe un poema de más de cien versos, aunque también deploraba las obras demasiado breves. El objetivo del poema es estético, su fin último es la belleza. Poe descreía de la poesía didáctica y alegórica: el poema nunca debe proponerse la verdad como fin.​ Por eso prefiere a Coleridge y Tennyson antes que a Wordsworth. ​ (Es bien sabido que su otra gran influencia, desde muy joven, fue la de lord Byron.​) Pero, como se ha visto, para Poe la poesía tampoco debía ser producto de la pasión, afirmación que puntualiza Julio Cortázar, para quien «El cuervo» nace más de la pasión que de la razón, y esto vale también para el resto de sus grandes poemas: «To Helen», «The Sleeper», «Israfel», «The City in the Sea», «For Annie», «The Conqueror Worm» y «The Haunted Palace», poemas cuyo impulso fundamental es análogo al que movió al autor a la ejecución de sus cuentos «más autobiográficos y obsesivos. [...] Sólo su acabado, su retoque fueron desapasionados».​ De Riquer y Valverde, sobre «El Cuervo»: «[...] aun con su efectismo y su machaconería rítmica [...] demuestra su legitimidad cuando se lee directamente, antes de saber que existe un ensayo sobre su composición y la de la poesía en general».​

Copia del manuscrito original del poema de Poe «The Spirits of the Dead».
Dos de sus mejores poemas son «Annabel Lee» —que muchos dicen inspirado por la muerte de su esposa—, obra que, pese a lo expresado por su autor, dice Cortázar que jamás hubiera podido brotar de una combinación cuidadosa y paciente de elementos, y «Ulalume», del que apunta el argentino que «Poe no sabía lo que había escrito, tal como podría afirmarlo un surrealista que escribiera automáticamente»; para Edward Shanks este poema «transfiere del poeta al lector un estado mental que ninguno de los dos podría definir con términos precisos». ​ El poeta argentino Carlos Obligado escribió sobre las composiciones más sobresalientes de Poe: «[Se trata de] una de las constelaciones cenitales de la lírica moderna; son veinticinco o treinta inspiraciones de una virtud patética alucinante, de un idealismo angelizado, de una misteriosa perfección formal [...] gracias a un don que nadie poseyó en tal grado: el de borrar la frontera entre lo sensible y lo ideal». ​ En cuanto a su técnica poética, su ardiente defensor francés, Charles Baudelaire, recuerda que «Poe concedía una importancia extraordinaria a la rima, y que, en el análisis que hizo del placer matemático y musical que el espíritu recibe de la rima, puso tanto cuidado, tanta sutileza como en todos los temas relacionados con la profesión poética. [...] Hace en particular un uso acertado de las repeticiones del mismo verso o de varios versos, retornos obstinados de frases que simulan las obsesiones de la melancolía o de la idea fija…». Habla también del célebre «verso leonino» de Poe (aquel que incluye una rima interior en el hemistiquio; Poe lo usó mucho en «El cuervo»). ​ Para Baudelaire, en una palabra, la poesía de Poe era «profunda y reverberante como el sueño, misteriosa y perfecta como el cristal». ​ Según T. S. Eliot, el bostoniano «poseía, en grado excepcional, el sentido del elemento cadencioso de la poesía, de eso que podríamos llamar, en su acepción más estrictamente literal, la magia del verso».​




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