Toda su infancia la vivió en una clásica casona en la calle Sucre y
Junín. Sus hermanos son Orestes, Mercedes, la fallecida escritora Elsa
Paredes de Salazar y el empresario empírico Rigoberto Paredes Candia,
padre de 18 hijos y dueño del hotel construido en la misma ubicación de
la vieja casona en la que, paradójicamente, Antonio fallecería 80 años
más tarde.Su madre, amante del arte, era conocida por su pasión
por el canto y la música clásica, siendo muy común encontrarla sentada
en su vieja petaca a la puerta de su casa, cantando arias famosas de
óperas, acompañada de su guitarra. Fue ella quien apoyó e impulsó a
Antonio a descubrir su talento para la escritura.
Creció en la vieja casona antigua y colonial de sus padres, cuando la
ciudad de La Paz era pequeña. Fue testigo de la transición y cambio que
sufrió esta ciudad. Fue educado con severidad y con mucho amor,
expresión que repetía frecuentemente el escritor cuando indicaba que “el
hábito a la lectura lo adquirió de su madre, una ferviente lectoraâ€.