En el prólogo a Los restaurados, el autor define su trabajo literario considerando su rol de militar: “El Ejército de Bolivia –como cualquier otro Ejército del mundo- tiene una historia que normalmente no se relata. / ‘No toqueís al Ejército’ –dijo un Presidente del país; y por no ‘tocarlo’ soportamos una serie de calamidades que bien pudieron preverse. / Durante mi corta permanencia en ese ‘tabú’ fui testigo y actor de los sucesos más  desfigurados de estos últimos años: las masacres obreras y la aparente destrucción de las Fuerzas Armadas de Bolivia. Esta es una parte de esa historia. / La mayoría de los personajes de este libro están vivos. Si alguna resultara detestable en su actuación política, cumplo con un deber  reconociendo que alejando del escenario en que actuó, es un buen padre de familia y un excelente ciudadano, como usted o cualquier otro”.