Filipo es por encima de todo, un militante de su país y de su pueblo. Militante por la experiencia desgarrada del trabjo obrero, por la fuerza de vendaval de los trabajadores organizados, fuerza de la que él mismo fué artífice y parte. Militante por su aprendizaje de la política en la radicalidad del trotskismo, por su inclaudicable compromiso con los mineros y su Federación por su fe en que la central Obrera Boliviana podía ser un órgano de poder, por la lucidez con la que percibió los errores de la izquierda que parecía enamorada del suicidio político, por la vitalidad del movimiento cocalero, por la apuesta para él hoy con amargura en un líder y su movimiento que pudieronentender y no lo hicieron, lo que es la reciprocidad como principio esencial de la síntesis boliviana^ies