Paulo y Paulina, que habían buscado afanosamente e incluso con sacrificio de sus vidas, ese país maravilloso donde reinaba la paz e imperaba la justicia, el bien común y la igualdad entre todos, ayudados por los originarios consiguieron salir del despeñadero, pero fueron advertidos: "Por ser esta la primera vez, aceptamos que ustedes se equivocaron, pero la segunda vez van a maldecir la hora en que han llegado por acá". Así fue su encuentro con los primeros aimaras contactados en mucho tiempo. Los originarios les propusieron un trabajo, ellos aceptaron. Les pagaron en especie, pero les dijieron: "Mientras más pronto desaparezcan, mejor para nosotros y para ustedes, no queremos que nadie holle nuestro territorio, y ha de ser mejor que comiencen a irse,de lo contrario no respondemos".
Paulo y Paulina habían llegado a los dominios de los aymaras puros, la más noble etnia de estas tierras, la cultura jamás sometida por los conquistadores.