En el libro "La ciudad, el invisible y la serpentina" se destacan emociones y pasiones incontrolables, se sacuden las palabras al mismo tiempo en que una mujer sacude sus polleras en el mercado. Los chutas han dejado abandonadas sus serpentinas, y es en ese enredo de papel multicolor, donde comienza el verso con un lenguaje cargado de emocionalidad y sensibilidad por las cosas simples, pero sublimes.
También aparece la mítica ciudad, escrita por su preste y por su heladero, no hay sino versos y narraciones detrás de una cortina mágica que recrea el lenguaje de los enay, de los endenantes y de los aurita, con las voces de los invisibles que recuperan su voz volátil y perenne.