La evolución poética de Darío está jalonada por la publicación de los
libros en los que la crítica ha reconocido sus obras fundamentales: Azul... (1888), Prosas profanas y otros poemas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905).
Antes de Azul...
Darío escribió tres libros y gran número de poemas sueltos, que
constituyen lo que se ha dado en denominar su "prehistoria literaria".
Los libros son Epístolas y poemas (escrito en 1885, pero no publicado hasta 1888, con el título de Primeras notas), Rimas (1887) y Abrojos (1887). En la primera de estas obras es patente la huella de sus lecturas de clásicos españoles, así como la impronta de Victor Hugo. La métrica es clásica (décimas, romances, [estancias, tercetos encadenados, en versos donde predominaban los heptasílabos, octosílabos y endecasílabos) y con predominante tono romántico. Las epístolas, de influencia neoclásica, iban dirigidas a autores como Ricardo Contreras, Juan Montalvo, Emilio Ferrari y Victor Hugo.
En Abrojos, publicado en Chile, la influencia más acusada es la del español Ramón de Campoamor.​ En cuanto a Rimas, publicado también en Chile y en el mismo año, fue escrito para un concurso de composiciones a imitación de las Rimas de Bécquer,
por lo que no es extraño que su tono intimista sea muy similar al de
las composiciones del poeta sevillano. Consta de solo catorce poemas, de
tono amoroso, cuyos procedimientos expresivos (estrofas de pie
quebrado, anáforas, antítesis, etc.) son de característica becqueriana.
En 1905, Darío publicó Cantos de vida y esperanza,
que anuncia una línea más intimista y reflexiva dentro de su
producción, sin renunciar a los temas que se han convertido en señas de
identidad del Modernismo. Al mismo tiempo, aparece en su obra la poesía
cívica, con poemas como "A Roosevelt", una línea que se acentuará en El canto errante (1907) y en Canto a la Argentina y otros poemas (1914). El sesgo intimista de su obra se acentúa, en cambio, en Poema del otoño y otros poemas (1910), en que se muestra una sencillez formal sorprendente en su obra.
Darío hizo suyo el lema de su admirado Paul Verlaine:
"De la musique avant toute chose". Para él, como para todos los
modernistas, la poesía era, ante todo, música. De ahí que concediese una
enorme importancia al ritmo. Su obra supuso una auténtica revolución en
la métrica castellana. Junto a los metros tradicionales basados en el octosílabo y el endecasílabo, Darío empleó en forma profusa versos apenas empleados con anterioridad, o ya en desuso, como el eneasílabo, el dodecasílabo y el alejandrino, enriqueciendo la poesía en lengua castellana con nuevas posibilidades rítmicas.
Aunque existen ejemplos anteriores de utilización del verso
alejandrino en la poesía castellana del siglo XIX, el hallazgo de Darío
consistió en liberar este verso de la rígida correspondencia hasta
entonces existente entre la estructura sintáctica del verso y su división métrica en dos hemistiquios, recurriendo a varios tipos de encabalgamiento. En los poemas de Darío, la cesura entre los dos hemistiquios se encuentra a veces entre un artículo y un nombre, entre este último y el adjetivo que lo acompaña, o incluso en el interior de una misma palabra. Darío adaptó este verso a estrofas y poemas estróficos para las que era tradicional el empleo del endecasílabo, tales como el cuarteto, el sexteto y el soneto.