Guillermo Riveros Tejada nos regocija con una poemática de expresionismo tectónico, pletórico de proyecciones telúricas, patentizado en el simbolismo autóctono de metáforas y metagoges, atrapadas bajo el universo de cielos de azules imposibles, de insinuantes sensaciones oníricas, de amorosos refugios impolutos, con un sentido ecuménico de realismo idealizado a través de la fantasía arpegiosa de sus palabras. Con esa original sensibilidad que corre pareja con la fogosidad de su estro, este poeta nos conduce con riqueza de sortilegios por los senderos de un encantamiento indefinible muy lejos de la disposición tangible de las cosas de donde surgen sus versos de elevadas imágenes y de novísima gracia vivificante. De ahí que encontraremos la "omnilínea" de su poesía transfigurada en signos que se incrustan desde el barro de los antíguos jonios hasta la arcilla de opalescencia noble de los aymaras.