La insurrección que sacudió Bolivia en septiembre y octubre de 2003, realizada fundamentalmente por el pueblo aymara, no solamente se llevó entre los pies de los marchistas a un gobernante cínico y masacrador. Entre las cosas que el huracanao viento se llevó entonces y que por cierto se detuvo por su voluntad a las puertas del poder aquel 17 de octubre, estan también muchas formas de entender la política, la sociedad y el conocimiento en estas tierras. Lejos de la verticalidad de otros tiempos y de sus cerrados universos, los aymaras bolivianos dieron una lección sacada de su pasado siempre rebelde de horizontalidad y fuerza, los pobres dijieron todos a una que "no" que "basta ya" y no precisaron ni de dirigentes ni de esquemas ya estériles. Con su sola capacidad de lucha cambiaron la percepción del tiempo y de los hombres.