Los habitantes del alba no vinieron a la vida de la forma muy distinta a la de tantas criaturas arrojadas al mundo horrísonodesconcertante y angustiosamente temporal de los hombres, por la compulsión creadora y recreadora de los escritores, esto significa que, al principio, sus alternativas fueron como fragmentos dispersos de una gran sinfonía, audibles sólo en determinados momentos.

Asimismo sus personajes, a medida que se desprendían de la corriente mayor de mi sangre, cristalizaron lentamente en ademanes y gestos preciosos: Criaturas lángidas o irascibles, meditabundas o acaloradas en procura de su paisaje personal, derramando sangre invisible y amando con invisbles ansias en su humilde pugna por ser dadas a la vida; presentes en un solo tiempo en el escozor de una frase o en las imágenes que palpitan y se apagan y vuelven a palpitar, grises con un gris de borrasca lejana y como dibujadas por el paso del ventarrón en el cielo de la memoria, incansables descargas eléctricas delatoras de una fermentación espiritual cada instante más obvia.