El centralismo es un tema que no se agota, su uso abusivo y delirante lo ha hecho perder su fuerza. Aunque algunos sigan defendiendo la vieja pero siempre renovada tesis del Estado-Nación "unitario", como el modelo impuesto por las burguesías europeas en el siglo XIX y la tradición oligárquica y feudal en América Latina, después, su aterrizaje forzoso en las estepas andinas ha dejado un reguero de infortunio, ya que muy a pesar de su centenaria presencia (casi 200 años) en estas regiones del planeta, este modelo disociador no ha coagulado (en el Alto Perú, igual que en otros países del tercer mundo). Sus contradicciones fundamentales lo han vuelto inviable, inclusive en aquellos países que se dicen "federales" demuestra objetivamente que el surgimiento de movimientos "independentistas" de México a la Patagonia convierte este continente en un hervidero de nacionalismos identitarios que pretenden a largo plazo acabar con estos nacionalismos estatales que han convertido a los pueblos de América en el furgón de cola de todos los imperios y de los no tanto.